Hemos observado en los últimos tiempos condenas por delitos contra la Hacienda Pública de algunos famosos -y multimillonarios- deportistas: Cristiano Ronaldo, Leo Messi, Luca Modric, Marcelo, Ángel Di María, Radamel Falcao, Alexis Sánchez, Javier Mascherano…
El diario alemán Der Spiegel ha revelado la red de abogados y asesores que tienen en nómina para gestionar sus complejos esquemas fiscales e Infolibre ha detallado el caso de Mourinho. El ex entrenador del Real Madrid ganaba 15,3 millones de euros al año cuando trabajaba para el equipo blanco. Pero aún así era menos de la mitad de los 38,2 millones que llegó a cobrar Cristiano Ronaldo en su última etapa en el club de Florentino Pérez. O los 60,4 millones que se embolsa Leo Messi en el Barcelona. Pues bien, Mouriño tenía trabajando para él una red de hasta ocho bufetes, consultoras, gestores o bancos, de cinco países diferentes. En concreto, dos bufetes españoles –Garrigues y Senn Ferrero– y uno portugués –Moris Leitão, Galvão Teles, Soares da Silva–, dos consultoras fiscales británicas –RSM y Moore Stephens– y una suiza –Go Trust SA–, un banco helvético –St. Galler Kantonalbank– y un gestor de grandes fortunas neozelandés –Denton Morrell– participaron en la estructura utilizada por el entrenador portugués y su agente deportivo –la sociedad Gestifute– para ocultar sus ingresos por derechos de imagen a la Hacienda española. Después, para apagar el incendio mediático y de reputación que se declaró al revelarse la estructura, hicieron falta otros dos despachos británicos –Schilling Partners y BCL Solicitors–.
Frente a ese aparato profesional, bien lubricado de dinero, porque para eso se trata de un cliente que gana cada mes más de un millón de euros, el Estado dispone de inspectores de Hacienda que cobran una media de cuatro mil euros al mes, incluidos pluses y primas, unas 250 veces menos que el dinero que dispone el entrenador para contratar a quienes deben burlar al inspector.
En la película El lobo de Wall Street hay una escena en la que Leonardo DiCaprio, un corredor de Bolsa, es visitado en su yate por dos inspectores de policía que investigan su más que posibles delitos financieros. DiCaprio los recibe con dos prostitutas a su disposición, junto con champán, caviar y langosta. Les insinúa un soborno de mucho más dinero del que nunca cobrarán en su vida los policías y estos se niegan, se despiden y le amenazan con descubrir todos sus delitos. DiCaprio se indigna con soberbia y, mientras se alejan, les tira a los pies las langostas y los billetes con los que pretendía sobornarlos. En esa ocasión no funcionó su intento de corrupción, pero no importa, bastará con que pueda sobornar a uno solo de la cadena, si no es al inspector, al que hace las leyes, al juez… O incluso, como los futbolistas y entrenadores, contratar a un ejército de abogados, economistas, gestores y bancos que se encarguen de tejer una maraña imposible de descifrar por un funcionario que trabaja de 8 a 15 por cuatro mil euros.
Esa es otra de las trampas del capitalismo: conceder tanto poder al dinero y tanto dinero a algunos que no hay estructura ni ley democrática que pueda imponerse.