Hace cinco años saltó a la palestra un invento que se llamaba Podemos. Se designaron herederos del 15M y reivindicaban otra forma de hacer política, más participación ciudadana, más asambleas, menos burocracia, menos cúpulas de partidos que decidieran por todos. Sus precursores, algunos de ellos procedentes de IU y del PCE, decían que su nuevo proyecto lograba recuperar la ilusión por la política mediante un modelo de organización distinto, que calificaban de movimiento, de plataforma. Acusaban a los tradicionales partidos de izquierda de anticuados, sin capacidad de conectar con los nuevos tiempos, sin democracia interna ni debate transparente. Era por ello que no lograban despegar en apoyos ciudadanos, llegaron a calificarlos de cenizos. Y les propusieron que se integraran en Podemos o solo serían un estorbo.
Ahora de Podemos surge un sector que dice que Podemos, con tan solo cinco años, se ha quedado antiguo, anquilosado, que hay que hacer algo nuevo, una “plataforma” (Errejón dixit), porque Podemos ya no logra apoyos. La historia se repite, les dicen que se deben integrar en el nuevo invento porque si no, serán un estorbo. Les ha faltado decir que en Podemos son unos cenizos.