Durante décadas, Izquierda Unida ha sufrido numerosas acusaciones por parte de ciudadanos, electores y militantes. Muchas veces con razón, otras no tanto; unas veces de forma bienintencionada, otras no tanto. Entre las novedades del panorama postelectoral municipal y autonómico, está la presencia de un nuevo partido, Podemos, que se va a encontrar en las mismas disquisiciones que tuvo que afrontar IU. Quiero dejar claro que, con mis siguientes palabras, no pretendo criticar a Podemos ni defender a IU. Solo exponer situaciones que ha vivido la coalición y que ahora se van a producir en Podemos, para que analicemos como reaccionamos, o como reaccionó gran parte de la ciudadanía en el primer caso y cómo lo está haciendo en el segundo. Tampoco pretendo posicionarme sobre la idoneidad o no de tal o cual comportamiento en IU antes o en Podemos ahora, solo destacar la similitud e invitar a pensar en las diferentes reacciones que está provocando en simpatizantes y opinión pública.
Algunas cuestiones ya las habíamos comprobado desde hace semanas. El pragmatismo, la moderación o la indefinición estratégica que alguna vez acompañó a IU, y que fue duramente criticada, ha sido una constante en Podemos desde su aparición: desmarcándose de Venezuela, evitando pronunciarse en otras cuestiones de política internacional o moderando propuestas económicas en temas tan sensibles como la deuda o el salario social. Cuando eso lo hacía IU no faltaban las acusaciones de oportunismo y connivencia con el status dominante, sin embargo con Podemos se justificaba en la necesidad de buscar apoyos en el mayor espectro social posible, en lograr confluencias con la ciudadanía en torno a la necesidad prioritaria de una regeneración, en la oportuna estratéga de dejar las cuestiones polémicas para más adelante.
También a Izquierda Unida siempre se le acusó de ser prepotente y soberbia con otras organizaciones de izquierda minoritarias y no ser suficientemente generosa a la hora de buscar confluencias y unidad. Ahora hemos comprobado en los diferentes movimientos preelectorales, e independientemente de todo tipo de casuísticas producidas en cada lugar, que Podemos no se ha caracterizado precisamente por la humildad en sus relaciones con otras organizaciones que intentaban candidaturas unitarias. Sin embargo, las críticas que ha recibido de la ciudadanía han sido mínimas.
Ahora asistimos al vía crucis de las negociaciones y pactos de gobierno. Izquierda Unida siempre lo hacía mal, hiciera lo que hiciera. Si apoyaba al PSOE, apuntalaba a la casta y a la corrupción; si no lo apoyaba, permitía que la derecha llegara al poder. Si se asociaba con partidos nacionalistas, se vendía a la burguesía local abandonando su implantación estatal de clase; si se desmarcaba de las posiciones nacionalistas en alguna autonomía, se vendía al centralismo de Madrid que atropellaba las identidades nacionales. A todo esto se añadía que diferentes actitudes en una administración y otra mostraban a una Izquierda Unida descoordinada, a merced de reinos de Taifas donde cada federación tenía una posición diferente y contradictoria con respecto a las otras, con una dirección federal incapaz de dar cohesión estatal a la política de la coalición. Ahora no se escuchan voces acusando a Podemos de cuestiones similares. No se les acusa de pactar con castas ni se les presiona para hacerlo, todo son -al menos desde los sectores no de derechas- miradas de simpatía a cualquiera de sus movimientos. Incluso Iñigo Errejón afirmó: «Podemos va a jugar diferentes roles en las diferentes CCAA. No habrá una directriz central». Imaginad unas palabras similares desde IU Federal, la reacción que hubiera provocado entre militantes, simpatizantes y votantes.
Por último, está la conflictividad interna. IU siempre se presentaba como el paradigma de conflicto constante, el chiste de que tenía poco de Unida estaba más que desgastado (en cambio el chiste de que “no pueden” tanto como creían no lo dice nadie). IU se movía entre la disciplina estalinista de una dirección que intervenía en las federaciones o el caos de algunas federaciones que mostraban la jaula de grillos ingobernable que era la coalición. Ahora, en Podemos, estamos viendo constantemente expulsiones, disoluciones de círculos, escisiones, comportamientos contradictorios y enfrentados entre las bases de diferentes círculos locales… Y nadie insinúa que existen intervenciones estalinistas de la dirección ni jaula de grillos entre las bases.
Insisto, no pretendo con estas reflexiones embestir contra Podemos. Si algo intento criticar es la dureza con la que muchas veces se ha actuado contra Izquierda Unida y sus miserias, y dejar en evidencia que, las mismas personas que, casi siempre con buena intención, acusaban, ahora miran con otro cristal a otras organizaciones. Un doble rasero que, evidentemente, muestra un prejuicio, demasiado negativo para IU y quizás demasiado positivo para Podemos. Sería bueno intentar medir con la misma vara. Y a ser posible una vara más tolerante, comprendiendo que las organizaciones, los dirigentes, las bases son humanas, tienen defectos y miserias. Son, sencillamente, el reflejo de una sociedad, no pueden ser mucho mejores. Lo que no quiere decir que debemos intentar que lo sean.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (Península)