El 4 de marzo de 1960 unas explosiones en el buque francés La Coubre, atracado en el puerto de La Habana, se salda con casi cien muertos y 200 heridos. La mayoría de los franceses de hoy no saben nada de aquel suceso aunque entre los muertos hubo marineros franceses; tampoco recuerdan lo sucedido los españoles, a pesar de que la legendaria foto del Che Guevara de Alberto Korda se tomó en aquel entierro. Si lo recuerdan, en cambio, todos los cubanos.
El barco transportaba, entre otros productos, armamento vendido por Bélgica al nuevo gobierno revolucionario cubano. Según las investigaciones, esas armas no podían explosionar por ningún fuerte golpe que recibieran, tampoco se hubo ningún incendio previo que provocara la explosión. En definitiva, se trataba de granadas y balas de fusil que disponían de todos los elementos de seguridad necesarios. Por tanto, la hipótesis de un sabotaje o un atentado era la más viable.
En aquellas fechas, Estados Unidos intentaba a toda costa que el nuevo gobierno cubano de Fidel Castro no pudiera disponer de armamento para defenderse, utilizando todos los mecanismos diplomáticos y de presión a su alcance para impedir que los gobiernos no les vendieran armas. Simultáneamente desde Estados Unidos se tramaban y ejecutaban todo tipo de acciones terroristas y violentas contra Cuba, desde ametrallamientos desde el aire a pescadores a intentos de invasión de sus costas con mercenarios.
En “El enigma de La Coubre”, el periodista colombiano residente en Francia Hernando Calvo Ospina revisa los 1.500 documentos archivados por la empresa naviera, entrevista a supervivientes, testigos, especialistas en armas y en navegación, consulta archivos y prensa de entonces y logra reconstruir lo sucedido. Con un estilo entre el Jack London de los viajes marítimos intercontinentales y el nuevo periodismo de Rodolfo Walsh en Operación Masacre, logra demostrar lo que fue evidente para Fidel Castro y para cualquier cubano: con mayor o menos complicidad de agentes de inteligencia franceses que operaban en una Cuba revolucionaria que simpatizaba con los independentistas argelinos, solo Estados Unidos podía estar detrás de ese crimen. Uno más de los cientos que lleva ejecutando contra una revolución que nunca perdonará.
Los pueblos saben que la memoria es necesaria para que haya justicia, por eso, este libro, queriendo ser memoria se convierte en justicia.
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