Vivimos un clima sin precedentes en el panorama político actual. Parece que hay consenso social en considerar que los líderes políticos deben ponerse de acuerdo para formar un gobierno, que la responsabilidad política y el sentido de Estado así lo exige, y que no hacerlo es una prueba de la cortedad de miras de nuestros diputados. No paran de repetir que España haría el ridículo ante el mundo si hubiese nuevas elecciones. Pues yo discrepo totalmente de ello. La primera evidencia que deberíamos considerar es que los electores, cuando estábamos votando a una determinada lista lo que manifestábamos es que queríamos -o al manos aceptábamos- que quien encabezaba la candidatura por Madrid fuese el presidente. Nada más. Ninguno elegía con su voto a un diputado pensando que éste debía estar obligado en determinadas circunstancias a apoyar a otro candidato diferente. El ciudadano que votó Unidos Podemos estaba diciendo que apoyaba como presidente a Pablo Iglesias, el que votaba PP que quería de presidente a Rajoy y el que votaba PSOE que fuese Pedro Sánchez. Nadie se puede permitir exigir a los diputados electos algo diferente a votar al líder de su candidatura y oponerse a que sea otro.
Sin embargo la estrategia de los partidos políticos se centra en presentarse como los que han intentado que haya gobierno y acusar a los otros de impedirlo. ¿Por qué debe ser plausible tener como criterio apoyar a otros, PSOE primero, PP después, como hace Ciudadanos? ¿Por qué parece censurable que un partido diga que no va a apoyar a ningún candidato que no sea el suyo argumentado que para eso se presentó a las elecciones?
Es verdad que la situación está atascada, que unas nuevas elecciones no tienen por qué resolver nada puesto que la gente, probablemente, votaría de la misma forma. Pero la culpa de eso es el formato electoral. Hasta ahora funcionó -mejor dicho, les funcionó a algunos-, pero ahora hemos comprobado que no sirve. Y sin embargo nadie levanta la voz para decir que hay que cambiarlo, proponer una alternativa. Les parece más lógico y democrático que los diputados apoyen3 como presidente a un candidato que no votaron sus electores que cambiar las reglas de un juego que se acaba de demostrar incapaz de resolver este bloqueo. La máxima capacidad de cambio de nuestros políticos se queda en acortar la campaña electoral para que no tengamos que ir a las urnas el día de Navidad. Hasta ahí llega la audacia, nada más.
¿Qué impide que los diputados electos se pongan de acuerdo en cambiar las normas, incluidas las leyes que sea necesario? Tenemos poder legislativo, podrían cambiar ya el sistema y la ley electoral para dar una solución. No solo la falta de imaginación, sino las inercias de una gran mayoría que sabe que se puede cambiar el gobierno, los diputados, pero nunca se debe de mover el modelo por absurdo e inútil que se demuestre. Hasta el punto de que necesite que los diputados voten para presidente al candidato de otro partido para que lo que ellos llaman democracia funcione.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es «Medios democráticos. Una revolución pendiente en la comunicación». Akal.
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