Frecuentemente oímos y leemos sobre el alto grado de manipulación al que someten los medios de comunicación a los ciudadanos norteamericanos. El libro “Mentiras y mentirosos. Una visión justa y ecuánime de la derecha norteamericana”, nos aporta algunas informaciones y curiosidades muy significativas. Escrito por Al Franken, un humorista y comentarista político reconocido demócrata defensor de Clinton, esta obra repasa en ese tono informal instaurado por Michael Moore el panorama mediático norteamericano y la mediocridad e infamia de las principales figuras del periodismo de la derecha.
Por muchas molestias que se haya tomado y notas que quiera adjuntar el brillante traductor Francisco Ramos, el libro resulta complejo para el lector no norteamericano debido a las constantes referencias personajes políticos y mediáticos de la actualidad de ese país. Sin embargo eso no impide calibrar la catadura de muchos de ellos y presentarnos el panorama al que se tienen que enfrentar los pobres ciudadanos norteamericanos.
Tampoco estamos ante un autor que podríamos considerar de izquierda. A pesar de que, según se señala en la portada, la obra está recomendada por Michael Moore, a este último lo consideraría mucho más crítico con el sistema norteamericano que a Al Franken. De ahí que muchas de las denuncias no surgen desde la absoluta hostilidad ideológica, sino de esa especial percepción que tienen los humoristas de raza.
En cuanto al estilo, como hemos insinuado anteriormente, se trata de ese tono desenfadado que utilizan los norteamericanos hasta para los tratados de cardiografía, no siempre comprensible para los lectores europeos. Pero encontramos algunos ejemplos impresionantes de hasta donde llega la miseria de los políticos y su ad láteres mediáticos de la derecha. Así, revela cómo la acusación hacia el New York Times -un periódico de izquierdas para el standard del autor- de no informar sobre determinados acontecimientos patrióticos deportivos son simplemente mentiras, mediante la sencilla prueba de comprobar en la correspondiente edición como la supuesta noticia silenciada estaba en la primera página. O como la derecha quiere desautorizar a alguna prensa progresista presentando lazos de consanguineidad de sus ejecutivos con candidatos socialistas en lo que no son más que coincidencias de apellidos.
Asombroso como en los libros de autores de derecha, que son best sellers, se hacen acusaciones contra la prensa progresista adjuntando notas al final de la obra que son simplemente falsas.
O la derecha denuncia omisiones informativas confirmadas por el precario método de teclear varias palabras en los buscadores de internet. De ese modo acusan al New York Times de no informar de un polémico discurso de Navidad pronunciado por Jesse Jackson en 1994 porque los términos “Jesse Jackson y Alemania y fascismo y Sudáfrica” no producen ningún resultado en el buscador de internet. Al Franken lo desmiente repitiendo la búsqueda con los términos “Jesse Jackson y Navidad y Gran Bretaña”. Como bien dice el autor, con esa técnica siempre se puede demostrar que ningún periódico ha publicado nunca nada, con sólo pedir los términos inapropiados. Resulta asombroso la precariedad y falta de rigor de los métodos de campo que se utilizan para ilustrar los ensayos políticos y, al mismo tiempo, como se pueden desmentir con métodos igual de simples.
En otras ocasiones organizan escándalos contra altos cargos demócratas por el sencillo método de cambiarles sus declaraciones y crear toda una agenda informativa en torno a declaraciones falsas. En cambio, construyen todo un ambiente de exculpación ante los delitos de los republicanos, como cuando se intentaba justificar que el presidente Bush fuese detenido por la policía por conducir borracho. Véase lo que publicaba el Washington Post: “En cuanto a Mr. Bush, puede resultar revelador el hecho de que no fuera a toda velocidad como mucha gente que conduce bajo los efectos del alcohol, sino que de hecho la policía le detuviera porque conducía demasiado despacio”.
Veamos otro ejemplo de los miserables métodos de engaño en el panorama de los medios norteamericanos. Algunos de los más reconocidos comentaristas y presentadores del entorno republicano alardean de haber recibido a lo largo de su trayectoria profesional premios periodísticos de gran prestigio. Si uno teclea en el buscador google, el nombre del susodicho premiado y el nombre del galardón, efectivamente aparecen múltiples referencias del periodista respecto al premio logrado. Nuestro autor, con solo consultar la web de la institución organizadora del premio, comprueba que nunca se le concedió ese galardón al periodista estrella republicano. Y si telefonea a la institución confirma la patraña.
Los líderes republicanos mienten en la elaboración de su trayectoria personal. Se presentan como chicos de origen humilde que mediante el esfuerzo personal han podido llegar alto, cuando son sólo hijos de papá que lo tuvieron todo a su servicio. Mienten los políticos republicanos en sus cifras, en sus estadísticas… y todo con la connivencia de su entorno periodístico que les sigue el juego. Otras veces nos ofrece ejemplos elocuentes de la capacidad de argumentación de las estrellas periodísticas de la derecha: “Nos dicen que los grandes coches que queman gasolina son malos para Estados Unidos, pero los grandes hijos de puta que queman banderas no lo son”.
Estamos sin duda ante una sociedad enferma de mentiras y, lo que es peor, sin anticuerpos para enfrentarse a esas mentiras y sanearse. Probablemente la verdad desvelada por libros como este no logre llegar ni a una de cada mil personas a la que han logrado engañar. Y si se permiten mentir de modo tan burdo, que no conseguirán con métodos más elaborados. Aunque, pensándolo bien, si pueden utilizar la mentira impune para invadir un país provocar más de cien mil muertos iraquíes y más de mil estadounidenses sin que suceda nada, ya todo puede suceder.
El juego sucio en la política norteamericana también nos lo revela de forma espeluznante Al Franken. Uno de los métodos implantados por los republicanos es realizar entre los electores falsas encuestas como la siguiente sobre un senado demócrata. Llaman a los domicilios, se presentan como una empresa de sondeos independiente y le piden al ciudadano un minuto para hacer una encuesta. La pregunta es esta: “Si usted supiera que el senador John McCain fuera un tramposo y un mentiroso y un impostor, y que es el padre ilegítimo de un hijo de raza negra, ¿sería más probable o menos que votara por él?”. Ahí queda. Se trata, como dice el autor del libro, de “una taimada forma de propagar mentiras sobre tu adversario mientras aparentas tener las manos limpias”.
El libro no deja de sorprendernos sobre los usos de la “democracia” norteamericana. Uno de los cerebros de las campañas electorales de Bush es Karl Rove, un tipo que infiltrado anteriormente en las filas demócratas saboteó la campaña de éstos enviando con papel membreteado del candidato demócrata más de mil copias de una carta en la que ofrecía “cerveza gratis, comida gratis, chicas y un buen rato a cambio de nada”a diversos refugios para vagabundos y comedores benéficos. Un año más tarde ya trabajaba para Bush padre.
Y no piensen que estamos ante un autor de la izquierda radical crítica norteamericana. Se trata de uno de esos norteamericanos que siguen pensando que su país sigue teniendo la responsabilidad de dirigir el mundo: “Estados Unidos es la esperanza del mundo”. Un humorista de los que van a animar a las tropas norteamericanas desplazadas a Afganistán o Kosovo y que defiende a Clinton demostrando con cifras cómo dedicó una gran cantidad de presupuesto a Defensa y no dejó a su país indefenso ante el terrorismo como le acusa Bush..
“Mentiras y mentirosos” es un trabajo escalofriante que revela la decadencia de la democracia representativa de Estados Unidos. No solo falsa, sino tan burda que haría enrojecer por sus formas al más primitivo cacique tribal. Pero parece que allí no sólo brilla por su ausencia la decencia, sino también la vergüenza.
“Mentiras y mentirosos. Una versión justa y ecuánime de la derecha norteamericana”. Al Franken. Editorial Debate.