Han sido numerosas las ocasiones en las que he criticado las informaciones de Cuba elaboradas por el veterano periodista uruguayo Fernando Ravsberg para la BBC. Sin embargo, he de decir, viendo la recopilación de sus crónicas editadas bajo el título “El rompecabezas cubano”, que ya quisiéramos tener en algún medio español un corresponsal que nos contara la realidad cubana como él hace. En su libro, Ravsberg repasa casi todos los ámbitos de la vida cubana: los ancianos, la cultura, los huracanes, la homosexualidad, la economía familiar, los niños, la religión, etc…. No evita los asuntos más complejos como la corrupción, las relaciones con Estados Unidos, los derechos humanos…
Reconoce el propio periodista lo difícil que es informar de y desde Cuba, por ello afirma proponerse hacerlo “con todos los matices, sin prejuicios de ninguna clase y sin tomar posición respecto al sistema político que rige en la isla”. Sin duda es una ingenuidad pretender convencernos de que eso es posible, todos poseemos prejuicios, es decir, juicios previos ante los temas, y eso no es negativo. No es malo tener un prejuicio negativo hacia las injusticias –ya denominarlas así es un juicio previo-, el hambre o la ausencia de servicios médicos. Por otro lado, aunque la información del periodista pueda intentar ser “neutral”, el resultado final se condicionará por el resto de las informaciones que incluya su medio de comunicación.
En cualquier caso, y esto es lo importante, Fernando Ravsberg intenta hacer un periodismo honesto, recoger las opiniones de la gente de la calle, intentar informar sobre los temas que considera son de actualidad y hacer un esfuerzo por comprender las claves de funcionamiento del socialismo cubano y de sus ciudadanos. Por su libro, y sus crónicas, los españoles podrán saber cosas de Cuba que nunca encontrarán en los medios de nuestro país. Podrán conocer la solidaridad internacional de Cuba con sus miles de profesionales sanitarios repartidos por los rincones más humildes del planeta, saber que 17.000 niños ucranianos enfermos por la radiación de la central nuclear de Chernóbil han sido atendidos en Cuba, o que diez mil jóvenes no cubanos de origen humilde estudian medicina en la isla.
Por Ravsberg sabremos que el mayor acto de masas del mundo en solidaridad con las víctimas del 11-S fue en La Habana, conocemos la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, el campeonato de béisbol de los presos y… de los ciegos, cómo organiza la Defensa Civil cubana la protección ante los huracanes y logra proteger unas vidas que ningún otro país del Caribe consigue. Una comparación con lo sucedido con el Katrina podría ayudar a comprenderlo mejor. Gracias a sus crónicas descubrimos la paradoja de que, apenas obtenida la residencia en EEUU por los cubanos “que huyen”, “el primer viaje de muchos de los exiliados sea a Cuba, el país en el que enfrentan la persecución política por la que debieron asilarse”. Como dice Ravsberg, los cubanos “son los únicos exiliados del mundo que pasan sus vacaciones en el país que los persigue”. Gracias a este libro sabremos que la mortalidad infantil de Cuba es la más baja de América Latina, e incluso por debajo de Estados Unidos, que el cien por cien de los niños está escolarizado, incluidos los que residen en zonas rurales, en algunas de las cuales existen escuelas con un solo alumno donde no faltan maestro, planta solar, televisor, vídeo y computadora. Podemos saber que con el sistema electoral cubano “si la oposición tuviese suficiente fuerza podría hacer explotar el sistema electoral con sólo lograr que los candidatos obtuvieran menos del 50 por 100 de los votos, tal como establece la ley”. O dicho de otro modo, que el sistema europeo no funcionaría si se le exigiera el grado de complicidad ciudadana que se requiere en el sistema cubano.
El uruguayo también entrevistó a una de las esposas de los cinco cubanos presos en Estados Unidos, Olga Salanueva, en 2005, algo impensable para un medio europeo que tenía como consigna ignorar ese injusto drama.
No falta el curioso anecdotario, como que la visita del Papa a Cuba supuso el fin del acelerado crecimiento del número de fieles católicos cuando comenzó a sermonearles con la obligación de llegar vírgenes al matrimonio y el pecado del aborto.
Ravsberg también escribe sobre la corrupción en Cuba. Pero la corrupción allí es que un electrodoméstico cuesta el doble en una tienda que en otra, que no hay atención posventa al consumidor, que los vendedores ambulantes estatales venden también productos propios o que se desvía combustible de los vehículos oficiales. Hace falta comparar todo eso con el escándalo de Enron en Estados Unidos o el del parque Terra Mítica en Benidorm, por poner dos ejemplos, para comprender que hablar de corrupción en Cuba es como hacerlo sobre bronceadores en Alaska. Algo similar sucede con el tema de la droga. No establecer esas comparaciones –y Fernando Ravsberg no lo hace- convierte en desinformación la información sobre la corrupción o la droga en Cuba.
El desarrollo cronológico de las crónicas también permite observar algunas curiosidades, como esa noticia, publicada el 25 de marzo de 2004, que termina señalando que de la confusión informativa sobre el estado de los presos cubanos “se podría salir fácilmente si las autoridades cubanas autorizaran a la prensa extranjera a entrar a las prisiones y comprobar in situ las condiciones en que se encuentran los disidentes”. Su siguiente crónica, un mes más tarde, es de la visita a las prisiones.
También es verdad que Ravsberg cae en los tópicos desinformativos sobre Cuba, ¿por qué a algunos presos les califica de políticos o disidentes si en su medio, la BBC, no se les llama así a los de Guantánamo -sobre muchos de los cuáles no pesa ninguna acusación formal- o a los que EEUU secuestró y transportó ilegalmente en Europa, o a los periodistas de Al Jazzera que EEUU y Europa mantiene en prisión, o a los que Colombia encarcela de forma arbitraria y que debe liberar más tarde sin cargos? ¿Por qué no llama disidentes u opositores a los candidatos de Batasuna que no se pueden presentar a las elecciones y que no han cometido ningún delito conforme al código penal español? Ravsberg también detalla una “campaña contra travestis” en Cuba, que consistió en tres de ellos sancionados.
Es curioso, pero leyendo los comentarios de cubanos que recoge este corresponsal de la BBC se piensa que ya quisieran los democratizados iraquíes y afganos poder expresarse con esa libertad.
En conclusión, es verdad que faltan elementos de contexto para ubicar las cuestiones cubanas en su entorno regional, es verdad también que Ravsberg cae en algunos de los injustos tics del formato desinformativo de los medios occidentales cuando tratan a Cuba, pero el periodista uruguayo pregunta a la gente y no miente. Y eso, tratándose de Cuba, es pedir suficiente. Eso sí, trabajando así, a Fernando Rasvsberg nunca lo contratarán como corresponsal de la prensa española en Cuba.
Por último, se me ocurre que sería curioso un libro con el mismo índice para informar sobre cualquier otro país de América Latina, o de Estados Unidos. Y poder compararlo con éste.
Fernando Ravsberg. El rompecabezas cubano. Foca. Madrid 2008. www.foca.es