Lo primero que debo aclarar es que estamos ante un libro atípico: se trata de la compilación de las siete reseñas de otros tantos DVD que, editados por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), recogen la historia audiovisual de la revolución cubana.
Este mercado nuestro hace cosas tan incomprensibles como vender cada semana con el periódico las piezas de una cubertería, cupones para conseguir un GPS o… los DVD de la revolución cubana. Para los que no lo supieran, así es como se distribuyeron en España los DVD que analiza Manuel Talens en este libro.
Mi amigo Santiago Alba y mi experiencia en Telesur me han llevado a odiar la imagen como recurso comunicativo e informativo. Ella opera imponiendo la emoción y el sentimiento por encima de la razón, la reflexión y el dato riguroso. Es decir, una aberración para quienes seguimos rindiendo culto al racionalismo y a la veracidad informativa. Sin embargo, sería un error despreciar ese formato y dejárselo al enemigo, es decir, al mercado, a la industria de la comunicación, a los poderes políticos reaccionarios y a los gobiernos imperialistas. La imagen, o sea, la televisión, el cine, el documental serían, por lo tanto, como las armas, algo odioso. ¿Acaso no es odioso un aparatito que cabe en una mano, se oprime una parte de su estructura y sale un objeto de metal que perfora un cuerpo y siega una vida? Y, a pesar de ello, también creo que no debemos renegar de su uso para dejárselo en exclusiva a ese demonio que he citado anteriormente.
Manuel Talens ha logrado con este libro alejar de mí, en parte, ese prejuicio contra la imagen, porque con sus palabras escritas ha aportado esa racionalidad, esa reflexión, ese análisis y esos datos que, como he dicho antes, son ajenos al recurso audiovisual. Ahora, gracias a este volumen, por fin podemos leer un DVD y no solamente verlo bobaliconamente: Manuel ha inventado la simbiosis entre la lectura y la imagen, ha inventado un nuevo género, la imagen razonada que yo tanto echaba de menos.
El paseo que nos da este libro por la historia audiovisual de la Cuba revolucionaria es un ejemplo de un documentalismo que se impregna de los valores de esa revolución, que son compromiso, solidaridad, austeridad y talento. Si nos paramos a pensar, es lo que ha hecho esa revolución con todo lo que toca. Lo ha llevado a las misiones internacionales, a la Venezuela bolivariana, al último rincón de una asociación de solidaridad con Cuba e incluso acompaña a cada cubano cuando sale de su isla. Una vez me contaron que cuando un grupo de cubanos debe viajar fuera de su país por más de un mes crean una agrupación revolucionaria que debate, analiza y aplica cotidianamente los valores de su revolución.
Estos documentales que analiza -y racionaliza- Talens son la antítesis de Hollywood: donde los estadounidenses tienen efectos especiales, los cubanos incorporan realidad; cuando el gringo inocula engaño histórico, la revolución cubana presenta rigor y, cuando la estética hollywoodense intenta colonizarnos con la imagen de un imperio humano, a Cuba le basta con presentarlo como imperio, porque los imperios nunca son humanos.
Lo otro que he sentido leyendo estos DVD -que es lo que se hace con este libro, leer DVD-, es envidia por un pueblo que tiene, además de una más que honorable historia contemporánea, un patrimonio documental impresionante que la recoge. Ojalá los españoles tuviéramos archivada con ese rigor nuestra II República o los detalles que nos ocultan de nuestra transición. Este libro nos ayuda a comprender cómo nos han robado nuestra historia, nos ocultan la democracia republicana y nos engañan con el fraude de la transición.
Y, por supuesto, también nos permite conocer la verdad de Cuba, la verdad siempre sepultada por las mentiras sobre la realidad de ese país. Mentiras y silencios. Silencios sobre el terrorismo de Estados Unidos contra Cuba o sobre el papel del pueblo cubano en la victoria contra el apartheid en África.
Pero, cuidado, porque si cada página de este libro de Manuel Talens rezuma compromiso y admiración por la revolución cubana, algo que no oculta e incluso nos advierte ya desde el inicio, su honestidad es absoluta a la hora de comentar y criticar técnicamente algunos de los documentales. Una prueba más de que la sinceridad no está reñida con la lealtad.
En resumidas cuentas, gracias, Manuel, por haberme traído la confianza en la imagen, una imagen que tanto odio y que has dignificado con la palabra escrita. Cuba en el corazón, insisto, tiene el gran valor de racionalizar la imagen irracional; de aportar reflexión a un lenguaje que sólo suele recurrir a la emotividad y de dotar de rigor histórico a un mensaje audiovisual que normalmente suele ser campo abonado para la manipulación. Bienvenido el género de la imagen razonada.
