Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

“Así fue”, Xabier Arzalluz, edición de Javier Ortiz

No sentía ninguna admiración ni por el Partido Nacionalista Vasco ni por la figura del que fuera su presidente, Xavier Arzalluz, pero había muchas razones para que esta biografía escrita por Javier Ortiz despertase mi interés. En primer lugar, la seguridad de que Arzalluz había sido uno de los políticos más tergiversados por los medios de comunicación, de ahí que leer sus impresiones prácticamente de primera mano era una oportunidad que no podía dejar escapar. Otras dos razones que me llevaron a leer esta biografía fueron también consideradas por Javier Ortiz para escribirla. Arzalluz siempre ha sido un político caracterizado por su locuacidad y transparencia, decía con sinceridad lo que pensaba sin preocuparle el que dirán, o al menos eso me parecía a mí, por lo que una biografía con sus vivencias prometía ser jugosa. Además, quien fuera presidente del PNV ya no tiene grandes responsabilidades en la dirección del partido y ninguna institucional, lo que le descarga de hipotecas y compromisos que pudiera haber tenido en otro momento para decir algunas cosas. A todo ello, añadir la honestidad intelectual y profesionalidad de Javier Ortiz para bucear en la vida e historia del protagonista y después escribirlo, lo que también le hizo merecedor de la confianza de Arzalluz, tan vapuleado por las maldades de los periodistas.

La técnica para la realización de lo que Ortiz denomina “autobiografía oral” la pude conocer hace ya un tiempo cuando el periodista me comentó en diferentes ocasiones el desarrollo de su laborioso trabajo realizado a golpe de hemeroteca y viajes a Euskadi y entrevistas Arzalluz.

El resultado, ya lo dice Ortiz, no es un repaso de la historia, sino la aportación de una experiencia y de una visión. Pero la paradoja es que, a pesar de la subjetividad que supone seguir la historia a través de una experiencia personal, quizás sea ese el modo más honesto de contarla. Sin ninguna duda, el mejor modo de entender el ideario –y el corazón- del nacionalismo vasco es escuchar a Arzalluz contar en primera persona como adquirió su conciencia de vasco. El ex presidente del PNV nos relata su incorporación al partido, sus testimonios y anécdotas sobre el papel de su organización en el franquismo, espionaje para los norteamericanos incluido. También descubrimos el conflicto dentro del PNV con respecto al comunismo y la confesión de Arzalluz de que nunca se ha considero anticomunista: “Yo, si tuviera que votar en Madrid, votaría a Izquierda Unida, sin sombra de duda”.

Su interpretación de la transición no tiene desperdicio por su sinceridad arrolladora. Sinceridad que no defrauda en toda la obra: “Ahora hay veces que la Audiencia Nacional me recuerda al Tribunal de Orden Público. (…) Es una vergüenza.”. O cuando habla de la monarquía: “el rey tiene una legitimación democrática colada por la puerta de atrás”, “ha gozado de la protección más completa de los poderes militares, económicos y mediáticos, que jamás han querido publicar nada que pudiera perjudicar su imagen, por comprobado que estuviera”.

Tampoco se anda con falsas diplomacias para opinar sobre las personas, “como Francisco Fernández Ordóñez, que era un auténtico doble agente del PSOE en el Gobierno de Suárez” o Tierno Galván afirmando que “su currículo académico incluía aportaciones de peso que eran fruto exclusivo de su fértil imaginación”. Del juez Garzón dice que “ha sido un juez nefasto no ya sólo para Euskadi, sino para la Justicia, en general”. Sobre el papel de Enrique Múgica como defensor del pueblo es contundente: “Se le ha visto bastante por los tendidos de las plazas de toros y por los palcos de los estadios de fútbol, siempre con el puro en la boca. También lo han sacado mucho haciendo declaraciones políticas contra el nacionalismo vasco, Pero nunca he oído que haya dicho nada digno de particular mención en tanto que Defensor del Pueblo”.

Sobre el pasado explica que “aquella Constitución (la española de 1978) no era y sigue sin ser la nuestra”. Y también reconoce cambios de postura, como respecto a la OTAN, aunque recuerda que ellos defendieron el Sí en el referéndum dando libertad de voto a sus militantes, afirma que “hoy en día estoy en contra de la OTAN” y se plantea si se equivocaron entonces. “No es más que un instrumento del gobierno americano para no andar solo por Oriente”, señala. Lástima que haya necesitado tantos años y tanta sangre para verlo. Pocos se libran de sus críticas, ni siquiera CCOO y UGT, denunciando que “hay una confluencia de intereses importante entre la patronal central y los sindicatos centrales”, en referencia a los cursos del Forcem. También tiene una dura opinión de la Internacional Demócrata-Cristiana, donde estuvo integrado el PNV: “nos fuimos nosotros por nuestro propio pie, una vez constatado que aquel tinglado se había convertido en un lobby de medio pelo, sin ningún principio, en el que el que más valía era el que más dinero ponía”.

Apasionantes son sus recuerdos y revelaciones sobre los encuentros con ETA y las diferentes negociaciones de los diferentes gobiernos con el grupo armado, en especial las de Argel. O su indignación hacia los compromisos y promesas incumplidas por los gobiernos del PSOE. Por ello afirma que “no volvería a establecer un pacto de Gobierno con los socialistas”. Con respecto a HB es muy duro, pero no le impide afirmar que “nunca he creído que fuera lícito ni conveniente marginarlos y seguiré defendiendo que se les tenga en cuenta. No hay que concederles más representatividad que la que tienen, pero tampoco negarles la que realmente tienen”. Hace memoria sobre las contradicciones y bandazos del PSOE y del PP con respecto a la ilegalización de HB. Explica de un modo muy gráfico la diferencia de modelo de construcción que tiene su partido y el que tiene ETA: “Nosotros tenemos una concepción pragmática de la construcción nacional: paulatina, según las circunstancias. Se echan los cimientos y luego se va edificando lo que se puede y a la velocidad que se puede. La izquierda abertzale, y muy particularmente ETA, la conciben al revés: van de arriba abajo. Tratan de empezar por la meta”. Arzalluz diferencia entre el grupo armado y el radicalismo abertzale: “nunca he creído que ETA desempeñara una función positiva, ni voluntaria ni involuntaria. A cambio, sí creo en el papel de los abertzales radicales”

En cuanto a los presos, denuncia que no se debe confundir la dispersión con el alejamiento. Y opina que “condenar a 15 años por quemar un cajero se convierte en una incitación a pasar a mayores. Si arriesga prácticamente lo mismo, ¿por qué se va a quedar en menos? Y todo ello en nombre de la razón de Estado”.

Arzalluz nos recuerda también cómo “Aznar dijo que en seis años acababa con ETA. Y que Mayor Oreja fue todavía más lejos y dijo que en cinco”. Para el primero tiene duras palabras como era de esperar: “Aznar entró en el conflicto vasco como un elefante en una cacharrería. No tenía ni idea y se creyó con capacidad para dar un repaso completo a todo el mundo. Sacó provecho político a tope de algo tan doloroso”. Algunos comentarios no dejan de ser simpáticos: “Yo he dicho muchas veces que Aznar nos echó de España. Hizo todo lo que pudo para conseguirlo. Actuó como un perfecto separatista”. Sobre la elección de Rajoy afirma que “fue uno de los actos más autocráticos que se hayan visto en la escena política española desde la muerte de Franco”.

Aporta informaciones para muchos desconocidas y ocultadas a los ciudadanos, como “el pago a los polimilis de los 200 millones de pesetas del rescate de Javier Rupérez, decidido por Adolfo Suárez” con cargo al presupuesto de RTVE. O cómo el PP cubría buena parte de los gastos personales del que fuera secretario general de los socialistas vizcaínos e implicado en los GAL, Ricardo García Damborenea. Y algunos trapos sucios de la banca vasca, como las cuentas ocultas del BBV en las islas Caimán o sus relaciones con Fujimori. O las relaciones e intereses de algunos dirigentes en empresas de seguridad, denunciando que “cada vez cumplen más funciones que, en principio, deberían estar reservadas a las Fuerzas de Seguridad del Estado”. También revela que Aznar disuadió a un empresario irlandés de invertir en el País Vasco para provocar la ruina en la región y culpar al PNV. No faltan anécdotas como la del intento de unos agentes del CESID de trabar amistad con sus escoltas e invitarlos a comer para que se alejaran de su coche y poder instalar micrófonos.

Por supuesto, hay lugar en la biografía para expresar algunos principios importantes: “el derecho a levantarse en armas contra una dictadura armada yo se lo concedo a todo el mundo”. Y se desmarca de los tópicos clericales que le endosan: “Creo que la sociedad civil tiene que espabilar y resolver sus propios asuntos, sin ayuda ni mitras ni de báculos”. Se pronuncia sobre cuestiones internacionales, como la kurda o Cuba (“si comparamos cómo se vive en Cuba y cómo se vive en esos otros países, Castro vence por goleada”). Y sobre los movimientos altermundistas: “La oposición a la globalización neoliberal ha supuesto un banderín de enganche para muchísima gente que no se resigna. Yo creo que hay que ponerse de su lado”. Aunque se le haya echado de menos a Arzalluz en algunas convocatorias de este tipo. Aún está a tiempo.

Desmonta algunos de los infundios mediáticos utilizados contra él, como lo del Rh vasco: “entre todos se las arreglaron para crearme una sórdida imagen de racista ante la opinión pública española”.

Sobre el 11-M, su opinión es que de no ser por el atentado “y los dos días posteriores, Zapatero no habría vencido”, pero sobre todo “por los graves errores cometidos por Aznar antes de ese día y por el nefasto papel que hizo su Gobierno entre el 11 y el 14 de marzo”. “Aznar se labró su propia ruina. Y yo me alegré, Y mucho, desde luego. No porque simpatizara con quien estaba llamado a sustituirlo, sino porque la caída de Aznar se había convertido en una exigencia de higiene democrática”, afirma.

En cuanto a su desaparición de la escena política, afirma que ahora es Ibarretxe quien “ha pasado a encarnar la quintaesencia del mal”.

Terminadas de leer las más de seiscientas páginas de la obra, puedo asegurar que no me ha defraudado. Sigo sin admirar a Arzalluz, pero creo que he conocido, gracias a los testimonios de un hombre sincero y honesto y a la habilidad de un buen periodista, muchos acontecimientos, detalles, datos, secretos incluso, de Euskadi, del PNV y de la política española. Claro que no está ahí toda la verdad, que cada palabra está impregnada de un ideario y unos determinados valores que quizás no compartimos, pero es un testimonio que nos ayuda a conocer y entender muchas cosas. Qué más se le puede pedir a un libro.

“Así fue”. Xabier Arzalluz. Edición de Javier Ortiz. www.foca.es

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