El día trece los españoles elegimos a nuestros concejales y a nuestros diputados en el Parlamento Europeo. Además, trece comunidades eligen a sus diputados autonómicos. Como siempre que se nos convoca a las urnas, el mensaje transmitido desde los círculos del poder es el de una carrera de apuestas para elegir a un ganador. El titular periodístico del día siguiente será, con toda seguridad, el anuncio del partido victorioso. Esa estrategia pretende llevar el mensaje de que sólo puede tener sentido votar a quien tiene posibilidades de ganar. Nada más alejado de la realidad, lo que se eligen el próximo día trece son concejales, diputados autonómicos y eurodiputados, es decir, miembros del poder legislativo. La correlación de fuerzas de esas personas definirá, no solamente las siglas a las que pertenecerá el futuro alcalde o presidente, sino las políticas que llevará adelante. En nuestro pueblos, comunidades o europarlamento no gobernará determinado partido, sino que se aplicarán las políticas resultado de la representación que haya de cada grupo político. Así, se aplicarán políticas de izquierda si los representantes elegidos logran que, día a día, su gobierno municipal o autonómico vaya aceptando las propuestas mayoritarias del órgano legislativo.
El mensaje monocorde de que sólo tiene sentido votar a quien tiene posibilidad de ganar es el que busca reducir unas elecciones, que no son presidenciales, a dos grupos políticos y expulsa del panorama político a todos los demás. Como resultado de ello, se termina con órganos legislativos que no representan a la sociedad y con la triste anécdota de que los propios votantes terminan negando posteriormente el destino de su voto, conscientes de que ellos mismos no comparten las acciones del partido votado. Así, nos encontramos hoy con esa aberración democrática de que, según el CIS, el 44’4 % de los españoles está en contra de la intervención militar en Yugoslavia y el 85 % de los diputados en el Congreso está a favor.
Es decir, los diputados que están llevando la voz de ese 44’4 % de ciudadanos al Congreso sólo fueron apoyados por aproximadamente el 10 % de los votantes. Algo no funciona en esta democracia.
Es frecuente la impotencia de la ciudadanía a la hora de observar cómo se toman decisiones que no comparte o se ignoran otras con gran apoyo ciudadano. Con toda seguridad a la mayoría de los españoles no les parece bien que la duquesa de Alba haya ingresado en 1998 399 milones de pesetas de subvenciones de la Unión Europea, que en Irak hayan muerto más de 700.000 ni½os por un embargo económico apoyado por nuestro gobierno o que en la mayoría de las poblaciones de nuestro país no existe un plan de reciclado y recogida selectiva de residuos. Aunque parezca obvio, hay que recordarles que esas decisiones las están tomando los gobernantes que ellos votaron y que, en democracia, el principal método que tienen los ciudadanos de elegir las políticas que se van a llevar a cabo en su pueblo, comunidad autónoma o Unión Europea es el voto que echan en una urna. Es mediante ese voto como se puede conseguir que la jornada laboral sea de 35 horas y no de 40, que los aviones españoles dejen de bombardear Yugoslavia o algo tan cotidiano como que no le digan en su Ayuntamiento que no saben nada de por qué ayer no hubo agua corriente porque eso lo gestiona ahora una empresa privada. Por eso, el próximo día trece los que no queremos que nuestros aviones, barcos y tropas sigan provocando "daños colaterales" en Yugoslavia, que la Unión Europea dedique sus ayudas agrícolas a los pequeños agricultores en lugar de casi 400 millones a la duquesa de Alba, los que apostamos por unos Ayuntamientos de izquierdas que sigan pensando que los servicios públicos son, eso, una responsabilidad pública y no un negocio privado, votaremos a quienes sabemos han defendido eso durante todos estos años y lo van a seguir haciendo. Será entonces cuando, de verdad, esas elecciones las habrá ganado la democracia y la coherencia de todos nosotros.