Una vez más el actor Willy Toledo ha desatado la polémica criticando al atleta cubano Orlando Ortega que, tras lograr la medalla de plata en los 110 metros vallas en los Juegos de Río 2016, dijo «me dieron la bandera de Cuba pero estaba buscando la de España como loco«. De este modo el cubano repudiaba al país que le alimentó, crió, educó y entrenó para que llegara a ser deportista olímpico. Toledo escribió en su página de Facebook: «es un ‘gusano’ pero también un pobre hombre, así que no le deseo en absoluto todo el mal que ya se encargará de hacerle esta España miserable y sus miserables ‘autoridades’ cuando deje de ganar medallas».
El primer debate es hasta qué punto es criticable o censurable que una persona abandone su país para mejorar sus condiciones de vida. Aparentemente parece lícito y digno poder hacerlo, pero es necesario reflexionar sobre algunos detalles. En primer lugar preguntarnos si la dedicación y desarrollo profesional, artístico o deportista de esa persona puede seguir desarrollándola en su país. Un ingeniero que no tenga trabajo en España o en Cuba es razonable que se quiera ir fuera sin que por ello deba ser criticado. En segundo lugar, qué papel ha jugado el país de origen en la formación y cualificación de la persona que lo abandona. Ḿás que el país, nos referimos al Estado, a los recursos públicos procedentes del sacrificio de la ciudadanía destinados al desarrollo de ese profesional, los compatriotas que estaban trabajando y aportando recursos públicos con los que pudiese mejorar su cualificación sin todavía producir nada. Por último, vale la pena observar cuál es el criterio de aceptación de ‘emigrantes’, ‘disidentes’ o ‘refugiados’ del país receptor.