Para quienes acusan a Izquierda Unida de representar formas antiguas de política, fetichismo de siglas y liderazgos añejos, Alberto Garzón es la figura que con más evidencia les desmiente. Tiene treinta años, apoyó el sistema de primarias para elegir candidatos y luchó con uñas y dientes para unir a la izquierda en una propuesta electoral común por encima de siglas. Su candidatura a la presidencia con el apoyo del 96% de los votos en las elecciones primarias de la plataforma Unidad Popular, ha mostrado que ni IU tenía como objetivo imponerse a otros colectivos de izquierda, ni que Garzón quería disolver la coalición dentro de Podemos.
Pero que un brillante y joven economista, injertado de orígenes y principios comunistas (miembro del PCE) y movimientos sociales novedosos (ATTAC), haya sido aupado a la apuesta de Izquierda Unida para la presidencia, ha sido gracias a la generosidad de una dirección y de un coordinador, Cayo Lara, que demostró saber estar al servicio de un proyecto colectivo y no de una ambición personal.
Mundo Obrero ha querido, una vez más, escuchar sus palabras y para ello le preguntamos sin las habituales intermediaciones de periodistas televisivos ni programas de tertulias.
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