Hasta el pasado mes de octubre solía publicar una columna quincenal en un periódico regional del grupo Vocento. No había recibido ninguna objeción a mis textos hasta el que envié para publicar el martes 27 de octubre. En éste, bajo el título El banquero y el presidente, yo contrastaba el patrimonio del presidente del gobierno español, hecho público recientemente y valorado en 209.206 euros, y la jubilación del consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, de 55 años, que ascendería a tres millones de euros anuales. Llegó la fecha prevista de publicación en el diario y no apareció mi columna, ni tampoco explicación alguna. Tras intentar saber la razón, alguien del periódico, en un alarde de sinceridad que agradezco, me aclaró que el motivo era la presencia en el artículo de la crítica a esa astronómica jubilación. “Qué te voy a contar que tu no sepas”, añadió mi interlocutor. Me indicó que tres días más tarde me informaría de la decisión tomada a alto nivel sobre mi artículo. Nunca más se dirigieron a mi y el artículo no se publicó. No he vuelto a tener relación con ellos.
Para quien no sepa, es oportuno aclarar la estrecha relación del grupo Vocento con el BBVA, en concreto a través de la familia Ybarra. Como es sabido, Emilio Ybarra fue presidente del BBVA. Su hijo, Emilio Ybarra Aznar, fue nombrado en enero de 2007 presidente de CMVOCENTO, la empresa encargada de gestionar la publicidad de todo el grupo mediático. Antes fue director general del multimedia del diario La Rioja y de El Correo; y posteriormente director general de Desarrollo de ABC. Todos ellos diarios del grupo Vocento.
El hermano del ex presidente del BBVA, Enrique Ybarra, es vicepresidente de Vocento y presidente de la Fundación Vocento, posee además el 6’536 de las acciones del grupo de comunicación. En el consejo directivo del grupo se encuentra también Ignacio Ybarra, dueño del 11’628 de las acciones a través de su empresa Mezouna S.L. Es también consejero del BBVA y, desde 2008, responsable de la Unidad de servicios Transaccionales Globales de BBVA, habiendo ocupado desde 1998 otros cargos como los de Director de la Unidad de Instituciones Financieras, Director de Negocio de Banca Mayorista América y Director de la Unidad de Clientes Globales. Entre los años 1998 y 2001 fue director de la Unidad de Clientes Globales de BBVA.
No acaba aquí la saga. Se encuentra también el hermano Santiago Ybarra y Churruca, presidente del Consejo de Vocento desde 2001 hasta 2008 y hoy consejero. Y Alvaro Ybarra y Zubiria, también consejero del grupo de y dueño de un 0’458 % de acciones.
Hasta ese día yo había criticado en mis columnas al gobierno español, al Partido Popular, a la monarquía, al gobierno de Estados Unidos, a los políticos locales de diferente signo… sin que encontrase ninguna objeción en el periódico. Pero es evidente que pretender criticar al BBVA en las páginas de un diario del grupo Vocento era una pretensión imposible. Lo de la libertad de expresión acaba cuando aparece el dinero y los nombres propios.
En su libro “Gomorra”, el periodista italiano Roberto Saviano cuenta con todo detalle el funcionamiento de la Camorra napolitana. Se han escrito muchos libros sobre el crimen organizado en Italia, y no digamos películas, pero no eran muy exhaustivos en dar nombres con precisión, algo que hace Saviano en su obra. El 23 septiembre 2006 el autor participó en un acto publico en la ciudad Casal Di Principe, en la región de La Campania, bajo control de la Camorra, entre el público había numerosos jóvenes y estudiantes de la comarca, sobre los que era fácil imaginar su destino. En ese momento les retó: “Iovine, Zagaria, Schiavone (nombres de los capos de la organización criminal), no valéis nada, que se vayan, esta tierra no os pertenece. Y digo a los chicos: pronunciad sus nombres, veis, se puede hacer. Pronunciad el nombre de un boss no te pone en peligro, es una tontería. Pero es el miedo a no decir su nombre lo que nos lleva a utilizar términos y expresiones como ‘aquel’, ‘Él’ o ‘has visto quien pasó’ sin pronunciar el nombre propio jamas. Se trata de una especie de código con el cual creces, según el cual es mucho mejor no pronunciar algunos nombres”. Saviano los enumera ante ese público e inmediatamente capta la tensión que se ha generado en la sala. Desde entonces debe vivir con escolta policial en paradero secreto. Se equivocó cuando afirmó que no era peligroso decir los nombres. Por haberlo hecho murieron jueces, arrepentidos, policías y periodistas en Italia.
Parece que hay mucho en común entre la Mafia, la Camorra, los bancos y los medios de comunicación. Todo funciona sin problema hasta que salen los nombre propios, hasta que se señalan los criminales. Entonces se acaba la seguridad para Roberto Saviano y la libertad de expresión para quienes quieren escribir en los medios controlados por la banca.
En Gomorra, Roberto Saviano relata que las organizaciones criminales napolitanas terminan controlando a los comerciantes mediante préstamos que les garantizan liquidez. Los comerciantes los prefieren porque el interés es menor que el de los bancos. Cuando se endeudan va aumentando el porcentaje que deben dar a la organización mafiosa, pero, “los clanes no son como los bancos, que se cobran las deudas arramblando con todo; ellos explotan los bienes dejando que trabajen en ellos las personas con experiencia que han perdido su propiedad”. Al final la banca puede llegar a convertir en buenos a los mafiosos.