Antes que nada, agradecer la invitación a Fundayacucho, y felicitarles por la denominación de este foro: Comunicación: Opresión o Liberación.
Esa dicotomía expresa de forma elocuente el panorama al que se enfrenta la comunicación. En sentido estricto, comunicación es la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor. Pero en términos sociales y en la situación de desarrollo tecnológico en que nos encontramos, hemos de abordar la comunicación no como la relación entre dos sujetos sino como la situación desigual entre un emisor que suele ser un medio de comunicación y un receptor que es una comunidad más o menos amplia. Estaríamos hablando, por tanto, de medios de comunicación, vías de comunicación y estrategias de comunicación.
En cuanto al contenido, podemos plantear como hecho comunicado la información, la opinión, la educación, etc… Me centraré en la información y por extensión la opinión y la interpretación.
Partiendo de este escenario, los teóricos neoliberales centran su análisis en la necesidad de elementos como la imparcialidad, la objetividad, la independencia, la neutralidad… Obsérvese cómo intentan ignorar el tema de este foro, la opresión o la liberación. No les gusta, no están cómodos. Por tanto, han acertado los organizadores en la denominación.
Comenzaré pronunciándome diciendo que no existen esos principios tan laureados en las facultades de comunicación y periodismo. Yo no me creo lo de la imparcialidad y la objetividad., como no me creo a quienes dicen que son apolíticos o los que afirman defender propuestas o proyectos para el bien de todos.
Si las propuestas políticas y sociales no son neutrales ni buenas para todas las personas y todos los intereses, tampoco las informaciones lo pueden ser.
Si un político reparte la tierra, está atentando contra el que tiene grandes latifundios. Si destina los recursos sanitarios a todos los ciudadanos, habrá que repartir las camas hospitalarias y el número de médicos que dejarán de destinarse para una elite. Y si se incrementa el nivel educativo de todos los habitantes, se acabará con la superioridad académica de una minoría que les permite embaucar o engañar a los iletrados.
Decía el poeta español Gabriel Celaya, “maldigo al poeta que no toma partido”, y hoy el ensayista estadounidense Howard Zinn afirma que “no se puede ser neutral viajando en un tren en marcha que se dirige a un despeñadero”.
Por eso, o se está con una comunicación que oprime o con una comunicación que libera.
¿Cómo se ubica entonces un medio, un discurso o un proyecto comunicativo en la ámbito de la opresión o en el contrario de la liberación? ¿cómo sabremos a qué objetivo obedece?
Con la aparición del marxismo y el anarquismo, la propiedad se convirtió en eje fundamental del análisis social. Uno sabe si un modelo agrario es justo o no, en función del reparto de la tierra. Por lo que, del mismo modo, un modelo comunicacional será opresor y liberador según quien sea propietario de los medios. Será liberador si los medios son del Estado y ese Estado es representativo de la sociedad. O si son de la colectividad, aunque no sea estatal. Cuanto más amplia sea la colectividad propietaria, más liberador será. Si, por el contrario, la propiedad es de un número pequeño de personas en proporción al público al que se dirija, el medio será opresor porque será a los intereses de ese pequeño grupo a quien sirva.
Si el proyecto comunicacional depende de las condiciones del mercado y necesita rentabilidad económica, quiere decir que será más viable si paga poco a los trabajadores, si logra ingresos por medio de fuentes de publicidad aunque condicionen los contenidos, o si sus informaciones son susceptibles de variar en función de aportaciones económicas de empresas, individuos o intereses. Será liberador si su viabilidad y garantía de funcionamiento no depende esos parámetros mercantiles que condicionan contenidos o incluso su existencia.
Una iniciativa comunicacional será liberadora si tiene como objetivo formar a sus receptores, aumentar su educación, prepararlos para desenvolverse en la comunidad o despertar en ellos la curiosidad intelectual, la obsesión por la participación y el compromiso por la cosa pública. Será opresor su objetivo si busca el entretenimiento banal, la apelación a las emociones fáciles y vacías, o los instintos que convierten al individuo en vulnerable como el sexo, el consumo o el cotilleo.
El modelo liberador apostará por un proyecto que pretenda recoger las propuestas e iniciativas de la audiencia, diseñará contenidos en los que los ciudadanos sean escuchados y será receptivo a sus problemas e inquietudes. El opresor ignorará a la audiencia o creará mecanismos engañosos de participación como escoger una canción en una radio, un concurso televisivo trivial, una encuesta con resultado intrascendente o sobre un asunto irrelevante o una sección de cartas al director que serán luego seleccionadas arbitrariamente.
El medio de comunicación liberador o el proyecto comunicativo liberador tendrá entre sus fundamentos dar la voz a los sin voz como dirían los zapatistas. No sólo mediante la participación, sino en la consideración de los pueblos como protagonistas de los contenidos. Ni siquiera los líderes serán los protagonistas, serán los pueblos, sus movilizaciones, sus debates, sus posiciones ante cualquier cuestión. No habrá siquiera una línea editorial para definir lo acertado o equivocado, serán los pueblos los protagonistas.
Durante mucho tiempo, y desde la perspectiva de los intereses burgueses y de los valores neoliberales, se decía que los medios de comunicación debían estar “libres” de los poderes públicos. De este modo se garantizaba su independencia y cumplían sus funciones de control de los tres poderes para convertirse en el cuarto poder. Esa teoría se ha demostrado falsa en la economía de mercado. Si los medios sólo están –como pretende el modelo neoliberal- bajo el control de propietarios y mecanismos de rentabilidad mercantil, serán ellos los que hayan conquistado la libertad, independencia, impunidad y absolutismo frente a la colectividad. Hoy nadie pretendería argumentar su libertad e independencia manteniéndose por encima de la legislación, de los jueces o de la voluntad de los ciudadanos. Eso sólo lo consigue un rey absolutista o un medio de comunicación en un marco neoliberal. Por eso el modelo de comunicación opresor apuesta por la impunidad y el poder absoluto sin limitaciones en nombre de la libertad de expresión, que siempre será su libertad para su expresión. Es verdad que hubo un tiempo en que la izquierda abanderó esa independencia de los medios respecto al poder, era una aspiración legítima cuando el poder era ilegítimo. Durante la dictadura de Franco en España se decía que la mejor ley de prensa era la que no existía. Era lógico y lícito que así pensáramos porque la otra opción era una ley elaborada por un dictador que a nadie representaba ni nadie lo controlaba.
Pero el objetivo comunicativo liberador impulsará que los ciudadanos, mediante instituciones democráticas y participativas, pueda tener el control de los medios para tener garantizada la libertad de expresión de toda la comunidad y su derecho a estar informado.
¿Y para qué sirve esto que estoy contando y hasta qué punto se puede lograr?
Sirve para auditar a los medios de comunicación. Yo les invito a que cuando se vean frente a un medio de comunicación o un proyecto de comunicación, le pasen estos elementos a modo de escáner. Así podrán comprobar su valor y su legitimidad. O dicho de otro modo y retomando el título de este foro, observar qué tanto tiene ese medio de opresor o de liberador.
Ya les adelanto que no encontrarán el absolutamente liberador, posiblemente sí el opresor. No lo encontrarán como tampoco descubrirán un modelo social y democrático perfecto y liberador. Pero en la medida en que se vayan incorporando todos esos elementos podremos decir que nos estamos acercando a una verdadera comunicación que esté a la altura de la necesaria liberación de los pueblos.