Un estudio del Centro de Políticas de la Universidad de Virginia (Center for Politics) publicado el pasado 30 de septiembre revelaba que el 52 % de los simpatizantes de Trump y el 41% de los votantes de Joe Biden «están de acuerdo en que es hora de dividir el país, favoreciendo que los estados azules (demócratas) y los rojos (republicanos) se separen de la Unión». Es decir, un gran porcentaje de votantes de cada partido desean que el Estado en el que gobiernan los suyos se salga de Estados Unidos. Esto lo basan en el convencimiento de que los suyos seguirán gobernando en su estado y no tendrán que soportar un gobierno del otro signo político para todo el país.
Este análisis ya lo mostró hace años Guillermo Fesser en 2017. En una entrevista a la televisión española LaSexta, el profesor Jason Sorens, experto en secesionismo en el Dartmouth College, señaló que observaron que cuando Obama llegó al poder se disparó el secesionismo en Texas y cuando llegó Trump, los independentistas se multiplicaron en California.
Sucedió también en Italia, los de la Liga Norte son más activos o menos en su independentismo y sus apoyos ciudadanos, según el gobierno central. Por eso no gritaron tanta independencia con Berlusconi de primer ministro.
En Bolivia los habitantes de la rica región de Santa Cruz nunca quisieron independendizarse hasta que tuvieron de presidente a Evo Morales.
Y España no podía ser diferente, con el PP en el gobierno central más catalanes de izquierda decidieron que se querían ir de España. Creían que así ya no lograban evitar un gobierno de derechas, del mismo modo que los de republicanos estadounidenses y los adinerados de Santa Cruz apostaron por irse de su país para librarse de un gobierno de Obama o de Evo Morales.
Se trata de un planteamiento absolutamente infantil, si no gobiernan los tuyos en la administración central, dices que te vas y, además, más gente se te une. Cada tropelía que hace el indeseable gobierno central más argumentos crees que tienes para decir que tú no eres así, que no te representa y que lo más acertado es irse.
Es una salida tan primaria que ni siquiera piensan que mañana podría ser al contrario. Su gobierno autónomico cambiar y que, entonces, sea el gobierno central el que más se acerque a sus postulados. Ver más viable irse de un sitio, y que se apañen los que queden, que intentar cambiarlo es el planteamiento más individualista que, además, intentan presentar como rebelde y subversivo.
Pero el compromiso político del ciudadano no debería consistir en eso, sino de enfrentar los gobiernos malos e intentar cambiarlos. Es evidente que hay muchas posibilidades de que no te sientas representado por tu gobierno, sobre todo en unos tiempos en los que los ciudadanos ni siquiera se sienten representados por algún partido político. Pero la historia de la humanidad, y especialmente de los pueblos, ha avanzado gracias a grupos que se enfrentaban a gobiernos que no les representaban. No gracias a que se iban yendo y creando fronteras cada vez que un gobierno les defraudaba.