El martes 28 de octubre ha sido una jornada histórica.
Primero porque no es frecuente que el Papa convoque, en el Vaticano, a un Encuentro Mundial de Movimientos Populares en el que participan organizaciones de excluidos y marginados de los cinco continentes, y de todos orígenes étnicos y religiosos: campesinos sin tierras, trabajadores informales urbanos, recicladores, cartoneros, pueblos originarios en lucha, mujeres reclamando derechos, etc… En suma, una Asamblea mundial de los pobres de la Tierra. Pero de los pobres en lucha, no resignados.
Segundo, es menos frecuente aun que el Papa se dirija directamente a ellos, en el Vaticano, diciéndoles que quiere «escuchar la voz de los pobres» porque «los pobres no se conforman con padecer la injusticia sino que luchan contra ella» y que él (el Papa) «los quiere acompañar en esa lucha«. También ha dicho Francisco que «los pobres ya no esperan de brazos cruzados por soluciones que nunca llegan; ahora los pobres quieren ser protagonistas para encontrar ellos mismos una solución a sus problemas» pues «los pobres no son seres resignados, sino protestan» y su protesta « molesta ». Ha dicho que espera que «el viento de la protesta se convierta en vendaval de la esperanza«.
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