Si la llegada de internet ha supuesto la eliminación de todas la barreras para publicar, la irrupción de las redes sociales ha supuesto el fin del oligopolio de los medios. Incluso el concepto de medio de comunicación ha desaparecido, las informaciones ya no forman parte de un bloque ofrecido por un medio, sino que se accede a ellas de un modo individualizado sin pasar por portada alguna. Ya muchos directivos de medios reconocen que su página de inicio en el navegador no es la portada de ningún medio sino Twitter. Estas dos cuestiones, acceso libre a la publicación y difusión viral de los contenidos a través de las redes en lugar de mediante la portada del medio nos han llevado a pensar que la comunicación es más democrática y más igualitaria. Sin embargo, este nuevo panorama contiene trampas que vuelven, una vez más, de dividir a la ciudadanía entre informados y desinformados.
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El presidente boliviano Evo Morales, en su intervención en La Paz en el acto de apertura del Encuentro de Intelectuales y Artistas del Mundo por la Unidad y Soberanía de Bolivia, destacó el momento importante que vive su país.
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Uno de los argumentos esgrimidos desde la derecha hasta la izquierda para oponerse a una legislación que actúe contra las fake news, es decir, las mentiras que se puedan difundir en un medio de comunicación, bien como noticia o como dato falso inserto en una artículo de opinión, es que podría ser utilizado desde el poder de forma arbitraria y abriría la puerta a la censura.
En 2008 los medios denunciaron con fruición que, según un informe una organización de derechos humanos cubana, en este país habían aumentado las “detenciones arbitrarias” de corta duración (BBC, 12-8-2008).